sábado, 23 de noviembre de 2013

Innovación y clasicismo


      Estudiábamos aquello de que el flamenco no es folclore. El folclore no evoluciona y el flamenco sí, nos decían -al menos a mi me lo enseñaron-. Me tomo la licencia de añadir yo de todas formas que la base “popular” e inmovilista en los estilos flamencos es mucho más grande de lo que en principio pudiera parecer. El tiempo flamenco es geológico.
     A lo largo de la historia, es cierto, han ido apareciendo nuevas formas musicales, nuevos estilos que han enriquecido el género. Camarón inventó el cante por “Canasteras”  -¿quién ha vuelto a cantarlo?-, algunos dicen que las colombianas es invento de Pepe Marchena en tiempos de la segunda república, Montoya desarrolló para la guitarra la Rondeña –otros dicen que fue Miguel Borrull- y así podríamos seguir contando, hay muchos ejemplos.

Y es verdad, antes por no tener no teníamos ni cajón peruano, perdón, flamenco.
¿Tanto se ha cambiado?
El compás de la soleá sigue siendo el mismo. La forma de colocar la voz el cantaor también. Y no creo que hoy por hoy la guitarra vaya a ser desplazada en el acompañamiento por el violoncello. Reconozcámoslo, el flamenco tiene una alta dosis esencialista, es conservador –que no fundamentalista- y eso quizás puediera ser uno de los aspectos que más no atrae. Una ventana en el tiempo.

Cambian las instrumentaciones, se amplia la organología, los guitarristas beben un poco del jazz -armonías y progresiones nuevas- y en la pugna por los nuevos aderezos, que algunos tienen a bien llamar flamenco moderno, desde hace algunos años llegó el nuevo enigma del oráculo de Delfos ¿Cuál es el disco más innovador en la historia del flamenco?

Haga usted esa pregunta y verá como por gracia o desgracia, según se mire del señor Ricardo Pachón, la mayor parte de la gente contestará: La leyenda del tiempo (Camarón, 1979). En su treinta aniversario tuvo hasta documental propio en Radio televisión española, su link en la wikipedia dice que es una de las obras más importantes en la historia del flamenco y por cierto David Leiva la transcribe sin cejilla, cuando Tomatito la tocó sobre Mi menor y al quinto traste ¡pues vaya transcripción! bueno esto es otro tema...

Y ¿qué tiene este disco o este tema –importante precisión- para ser uno de los más “innovadores” en la historia flamenca?
Bueno, suena un teclado, una guitarra eléctrica -que casi no se oye por cierto- (ambos del grupo Alameda), bongós, etc… Todo muy novedoso. O eso se dice...
Dicen que en aquel momento lo fue y como yo era entonces pequeño no voy a decir nada, ni voy a pensar en que precisamente la adaptación del texto de Lorca sobre el que gira “el tema” en cuestión fuera hecha también por el mismo productor, Ricardo Pachón el que precisamente comerció esta idea de la "novedad" "supernovedosa" (Lo vi una vez en Albacete  hablando entre otras maravillas de la procedencia hindú del flamenco ¿?)
 Antes de que saliera el OMEGA del maestro, recuerdo como se quedo la gente alrededor de nuestros asientos, el de un servidor y el de un amigo que estábamos en el teatro Albéniz de Madrid, cuando en los bis, apareció sobre el escenario Morente con Lagartija Nick... Y la batería empezó a darle como en un "garage".
Permítanme la descripción: Aquello fue la apocatástasis, o para los que no leen teología, ¡La gran Recapitulación!
El máster de aquellos amplificadores estaba como si estuviéramos en un campo de futbol.  Algunos ancianos -grandes aficionados por supuesto- se agarraban a las butacas como si el avión fuera a despegar (pero ese era otro disco...). Y vaya si despegó.

Uf!! ¿Hablábamos de arriesgar? Omega, año 1996 (reeditado en el 2008)

Entiendo que hay 17 años de por medio entre un disco y otro. Pero entre lo que Morente con Lagartija Nick grabó y lo que había por entonces en el panorama flamenco hay no 17 años sino 100 de diferencia.

Me decía una vez Montoyita, que lógicamente ni se acordará de mi ni de la conversación, al principio los que iban con Enrique no entraban al garito del ensayo con Lagartija Nick, se quedaban fuera.

Una vez que el de Graná se vino para Chinchilla, en un concierto memorable en el convento de Santo Domingo, alguien del público  cuando el maestro cantaba por seguiriyas haciendo ese quejío que sube a las nubes, jaleó “ese es mi Enrique”, “ese es mi Enrique”.

Pues el del Teatro Albeniz aquella noche con Lagartija Nick también.
 
 

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