Algo muy morentiano es
utilizar la octava como una nota pedal sobre la que el cante pivota como un recurso
casi de autoafinación, ajuste y relleno. Relleno, no en el sentido de algo que
sobra, sino como digo de recurso que ayuda a empastar el sonido y armonizar la
melodía. Una forma interesante de temple no ajena al género, pero que Morente
personalizó y desarrolló.
Conforme avanzaba su carrera Morente incorporaba con mayor
asiduidad este recurso, que a la postre, quedaba muy flamenco. Despues surge la idea de la polifonía, varias voces a la vez. En las improvisaciones en directo sobre el
Kyrie de la misa flamenca, o en el Omega
un grupo acompañaba, mejor dicho rodeaba al cantaor, solapándose en el canto a
una sola nota sobre la cual, con su amplio registro, el cantaor improvisaba, se
recreaba, soñaba…
En el fondo, la misma idea incorporada en el Lorca (1999) con
las voces búlgaras. Funcionaba y muy
bien.
Esto
tan original tenía su precedente antiguo en aquellas rondas de martinetes en
las fraguas, en las que unos cantaores se contestaban a otros y así Morente
lógicamente, gran conocedor del flamenco, comenzó a rematarlos, precisamente
con el compás de la seguiriya, que ya se sabe, es el del martinete. Como quién
conduce ,el maestro manejaba mirando con un ojo “palante” y otro “patrás”, y "el carro" avanzaba por lugares con paisajes viejos y a la vez nuevos.
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